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Brontis Jodorowsky: “Un ser humano al que no se le cuentan historias, se muere”
Por Analía Lorenzo*
Es uno de los tres hijos del escritor, cineasta y psicomago chileno-mexicano- francés Alejandro Jodorowsky. Quienes hayan disfrutado del mítico filme El Topo (1970) saben de quién se trata: es el niño desnudo que acompaña al padre por el desierto. Sin embargo, Brontis tiene una carrera propia, su trayectoria como actor en varios países de Europa es reconocida y aplaudida. Una charla con él.
—¿Qué emociones te provocó presentarte como actor en la Ciudad de México?
—Yo nací en México y viví gran parte de mi infancia en México, soy mexicano. A mis 18 años no había acuerdos militares entre Francia y México y como la situación para los extranjeros en Francia es difícil tuve que renunciar a una de mis nacionalidades, y fue la mexicana porque yo me iba a quedar a vivir allá. Siempre lo viví como si me hubieran cortado un brazo, no porque yo tenga sentimientos patrióticos o lo que sea sino porque yo estoy ligado a esa parte de mi infancia que viví aquí y que en gran parte hace al ser que soy.
–¿Es como una reconciliación con tu niñez mexicana?
–Hace algunos años mi gran amigo Christopher Domínguez me avisó que había una nueva ley que me permitía recuperar mi nacionalidad mexicana e inmediatamente inicié los trámites y lo hice con mucha emoción. Pero yo quería volver porque tengo dos hijas, con nombres en español: Alma Luna y Rebeca Libertad y quería que ellas vinieran a conocer este país, parte de mi historia. Pero no quería venir como turista, me daba pena, y venir trabajando aquí, haciendo mi arte fue un honor, una emoción y un gran placer. El público mexicano es extraordinariamente atento, culto y sensible y captó perfectamente bien una obra que tiene la pretensión de llevar un mensaje, lo tomaron de una manera abierta y siento que son cosas que ellos reconocen y les hablan y al hablarle a ellos, me habla a mí.
–¿Cómo es trabajar en familia?
–Es difícil separar las cosas. Tradicionalmente la comedia de arte en Europa era formada por comedias de familias: el padre hacía los pantalones, el hijo hacía del bello, la hija de la bella, el tío de Matamoros, es una tradición que existe. En India son castas de artistas: la casta de los músicos, la de los bailarines, la de los escultores, las que hacen kathakali. Nuestras sociedades, poco a poco, con los siglos, como han llegado el desarrollo del individuo, y también al individualismo, eso se ha separado. Entonces, uno se puede preguntar cómo es no trabajar en familia, en cierta forma uno siempre está buscando una familia. Cuando no es tu propia familia con la que trabajas, estás en un equipo y si el equipo funciona, se dice: ‘somos como una familia’. Entonces, la pregunta es al revés cómo poder trabajar cuando no es en familia, sea ésta real o metafórica.
–¿Y cómo llevas la relación con tu padre en este equipo?
Con mi padre… él quiere trabajar conmigo porque yo, en Francia, ya soy un actor reconocido. Él me ha visto actuar en varias oportunidades, con distintos directores, en distintas obras y le gustó y me propuso hacer algo juntos, totalmente en familia: con mi hermano Adán, con mi otro hermano Cristóbal y con las esposas que teníamos en aquella época e hicimos Opera Pánica. Fue una gran experiencia y luego yo seguí haciendo otras obras, Adán hizo su disco, es cantante ahora bajo el nombre de Adanowski, y Cristóbal se implicó mucho más en la terapia, es decir cada cual siguió con sus cosas. Después de algunos años, Alejandro quiso de nuevo hacer teatro, escribió diferentes obras, readaptó ésta y me propuso actuarla. Tenía ganas que siguiéramos el camino, trabajar solo los dos con una actriz, un equipo muy reducido, al principio teníamos miedo los dos. Cuando viajamos a Italia, donde creamos la obra, hicimos un trato que consistía que no nos íbamos a enfadar por el teatro, que nuestra mejor obra de arte iba a ser llegar a la más bella relación entre él y yo durante nuestra vida. Y esta es una parte de ese camino.
–El Topo es un parteaguas en el cine latinoamericano ¿Cómo vivió la filmación de esa película siendo un niño?
–Como una gran diversión, imagínate era un niño disfrutando los trucos de las balas, y cómo se hace para ahorcar a la gente sin que se muera y los caballos y el desierto, todo eso fue formidable ¡Fue divertidísimo! Yo no veía la película en conjunto, a los seis años y medio… claro que pienso en esta escena que dice “entierra tu primer juguete y el retrato de tu madre” pero Alejandro habla de ese episodio en un libro muy bueno que se llama La Danza de la Realidad y aquí no voy a desarrollar eso en lo que puede haber causado o no. Creo que él la explica como una metáfora para nombrar la relación en general de los padres que a veces le exigen a los niños comportarse como adultos demasiado temprano y no los dejan vivir enteramente su niñez, ese momento extraordinario en el que uno sabe lo que es el presente absoluto. Los padres quieren que los niños crezcan demasiado rápido y los niños deben vivir completamente ese estado de presente que es la infancia. Sino, cuando uno crece e intenta entender su pasado y pensar su futuro, no tiene esa referencia a dónde volver. Pero para mí El topo fue una maravilla, a pesar del sol porque yo estaba muy blanquito.
–Dices que los jóvenes están hambrientos de arte…¿Estás seguro de eso?
–Mira, si a la gente le das de comer caca, comerá caca pero si le das comida refinada, gustará de la cocina refinada. Si el arte ofrece sólo espectáculos comerciales que distraen, divierten de cualquier cosa importante, la gente va a ir. Porque la gente necesita alimentarse de arte, un ser humano al que no se le cuentan historias, se muere. Es imposible que exista un ser humano sin historias en su mente y el teatro cuenta historias. Yo siempre apuesto por la inteligencia de la gente, por ofrecerle algo bello. Si le ofreces un espectáculo de calidad, el público va a estar, la gente lo va a recibir con afán. Hay que apostar a la inteligencia de la gente. Yo no creo que la televisión, por ejemplo, ofrezca lo que el público quiere, no es verdad, yo no creo en eso.
–La belleza como cambio… ¿Cómo se entiende ese concepto en el día a día?
–Todo arte sagrado desde la escritura de la Biblia hasta la catedral de Notre Dame, son obras en primer lugar, anónimas y en segundo lugar, que están para interpretarse. La vida es una obra anónima, ¿Quien puede nombrar a Dios, si existiera? Nadie. No se puede nombrar, se puede hablar de la energía vital del universo, del big bang pero no se puede nombrar lo que nos sostiene en este universo. Nuestra existencia también es difícil de nombrar y también es algo que interpretar, depende de la belleza de la vida lo que tú puedas interpretar. Claro, hay que ser concientes de las cosas terribles, no se trata de ser inocente pero cuando estás luchando contra las cosas terribles de la existencia tiene que ser motivado por una esperanza, porque sino sólo participas en la destrucción de la vida.
Uno puede aterrarse por el cambio climático pero si no concibes una esperanza para esa realidad… es decir, cambiando tu vida, aunque sea en la manera de pensar la ecología, con ideas que lleven a la humanidad a un lugar mejor no al statu quo…
–Y cuando la preocupación es más humana, más cercana, una tristeza personal…
–En toda vida pasan cosas terribles, en todas las familias hay suicidios, asesinatos, incestos, robos, cárceles, violaciones, en todos los árboles genealógicos, hasta en el de Adán y Eva. Entonces no es ¡hay qué horror la familia! sino que uno tiene que empezar a leer con conciencia la propia vida para que las generaciones futuras no sufran las mismas cosas horrendas con las que tú has cargado o que te han transmitido. La belleza no está en las cosas, la belleza está en tu manera de verlas, creo que fue Cristo en un relato en el que se le acerca un perro rabioso y Cristo, o quien sea, dice: ‘qué bellos dientes que tienes’. Alejandro cuenta esta anécdota en La Montaña Sagrada, y es eso: se pueden ver los hermosos dientes a pesar de la rabia.
Fuente: http://www.revistareplicante.com/17/index.php?sk=art&nm=142
Por Analía Lorenzo*
Es uno de los tres hijos del escritor, cineasta y psicomago chileno-mexicano- francés Alejandro Jodorowsky. Quienes hayan disfrutado del mítico filme El Topo (1970) saben de quién se trata: es el niño desnudo que acompaña al padre por el desierto. Sin embargo, Brontis tiene una carrera propia, su trayectoria como actor en varios países de Europa es reconocida y aplaudida. Una charla con él.
—¿Qué emociones te provocó presentarte como actor en la Ciudad de México?
—Yo nací en México y viví gran parte de mi infancia en México, soy mexicano. A mis 18 años no había acuerdos militares entre Francia y México y como la situación para los extranjeros en Francia es difícil tuve que renunciar a una de mis nacionalidades, y fue la mexicana porque yo me iba a quedar a vivir allá. Siempre lo viví como si me hubieran cortado un brazo, no porque yo tenga sentimientos patrióticos o lo que sea sino porque yo estoy ligado a esa parte de mi infancia que viví aquí y que en gran parte hace al ser que soy.
–¿Es como una reconciliación con tu niñez mexicana?
–Hace algunos años mi gran amigo Christopher Domínguez me avisó que había una nueva ley que me permitía recuperar mi nacionalidad mexicana e inmediatamente inicié los trámites y lo hice con mucha emoción. Pero yo quería volver porque tengo dos hijas, con nombres en español: Alma Luna y Rebeca Libertad y quería que ellas vinieran a conocer este país, parte de mi historia. Pero no quería venir como turista, me daba pena, y venir trabajando aquí, haciendo mi arte fue un honor, una emoción y un gran placer. El público mexicano es extraordinariamente atento, culto y sensible y captó perfectamente bien una obra que tiene la pretensión de llevar un mensaje, lo tomaron de una manera abierta y siento que son cosas que ellos reconocen y les hablan y al hablarle a ellos, me habla a mí.
–¿Cómo es trabajar en familia?
–Es difícil separar las cosas. Tradicionalmente la comedia de arte en Europa era formada por comedias de familias: el padre hacía los pantalones, el hijo hacía del bello, la hija de la bella, el tío de Matamoros, es una tradición que existe. En India son castas de artistas: la casta de los músicos, la de los bailarines, la de los escultores, las que hacen kathakali. Nuestras sociedades, poco a poco, con los siglos, como han llegado el desarrollo del individuo, y también al individualismo, eso se ha separado. Entonces, uno se puede preguntar cómo es no trabajar en familia, en cierta forma uno siempre está buscando una familia. Cuando no es tu propia familia con la que trabajas, estás en un equipo y si el equipo funciona, se dice: ‘somos como una familia’. Entonces, la pregunta es al revés cómo poder trabajar cuando no es en familia, sea ésta real o metafórica.
–¿Y cómo llevas la relación con tu padre en este equipo?
Con mi padre… él quiere trabajar conmigo porque yo, en Francia, ya soy un actor reconocido. Él me ha visto actuar en varias oportunidades, con distintos directores, en distintas obras y le gustó y me propuso hacer algo juntos, totalmente en familia: con mi hermano Adán, con mi otro hermano Cristóbal y con las esposas que teníamos en aquella época e hicimos Opera Pánica. Fue una gran experiencia y luego yo seguí haciendo otras obras, Adán hizo su disco, es cantante ahora bajo el nombre de Adanowski, y Cristóbal se implicó mucho más en la terapia, es decir cada cual siguió con sus cosas. Después de algunos años, Alejandro quiso de nuevo hacer teatro, escribió diferentes obras, readaptó ésta y me propuso actuarla. Tenía ganas que siguiéramos el camino, trabajar solo los dos con una actriz, un equipo muy reducido, al principio teníamos miedo los dos. Cuando viajamos a Italia, donde creamos la obra, hicimos un trato que consistía que no nos íbamos a enfadar por el teatro, que nuestra mejor obra de arte iba a ser llegar a la más bella relación entre él y yo durante nuestra vida. Y esta es una parte de ese camino.
–El Topo es un parteaguas en el cine latinoamericano ¿Cómo vivió la filmación de esa película siendo un niño?
–Como una gran diversión, imagínate era un niño disfrutando los trucos de las balas, y cómo se hace para ahorcar a la gente sin que se muera y los caballos y el desierto, todo eso fue formidable ¡Fue divertidísimo! Yo no veía la película en conjunto, a los seis años y medio… claro que pienso en esta escena que dice “entierra tu primer juguete y el retrato de tu madre” pero Alejandro habla de ese episodio en un libro muy bueno que se llama La Danza de la Realidad y aquí no voy a desarrollar eso en lo que puede haber causado o no. Creo que él la explica como una metáfora para nombrar la relación en general de los padres que a veces le exigen a los niños comportarse como adultos demasiado temprano y no los dejan vivir enteramente su niñez, ese momento extraordinario en el que uno sabe lo que es el presente absoluto. Los padres quieren que los niños crezcan demasiado rápido y los niños deben vivir completamente ese estado de presente que es la infancia. Sino, cuando uno crece e intenta entender su pasado y pensar su futuro, no tiene esa referencia a dónde volver. Pero para mí El topo fue una maravilla, a pesar del sol porque yo estaba muy blanquito.
–Dices que los jóvenes están hambrientos de arte…¿Estás seguro de eso?
–Mira, si a la gente le das de comer caca, comerá caca pero si le das comida refinada, gustará de la cocina refinada. Si el arte ofrece sólo espectáculos comerciales que distraen, divierten de cualquier cosa importante, la gente va a ir. Porque la gente necesita alimentarse de arte, un ser humano al que no se le cuentan historias, se muere. Es imposible que exista un ser humano sin historias en su mente y el teatro cuenta historias. Yo siempre apuesto por la inteligencia de la gente, por ofrecerle algo bello. Si le ofreces un espectáculo de calidad, el público va a estar, la gente lo va a recibir con afán. Hay que apostar a la inteligencia de la gente. Yo no creo que la televisión, por ejemplo, ofrezca lo que el público quiere, no es verdad, yo no creo en eso.
–La belleza como cambio… ¿Cómo se entiende ese concepto en el día a día?
–Todo arte sagrado desde la escritura de la Biblia hasta la catedral de Notre Dame, son obras en primer lugar, anónimas y en segundo lugar, que están para interpretarse. La vida es una obra anónima, ¿Quien puede nombrar a Dios, si existiera? Nadie. No se puede nombrar, se puede hablar de la energía vital del universo, del big bang pero no se puede nombrar lo que nos sostiene en este universo. Nuestra existencia también es difícil de nombrar y también es algo que interpretar, depende de la belleza de la vida lo que tú puedas interpretar. Claro, hay que ser concientes de las cosas terribles, no se trata de ser inocente pero cuando estás luchando contra las cosas terribles de la existencia tiene que ser motivado por una esperanza, porque sino sólo participas en la destrucción de la vida.
Uno puede aterrarse por el cambio climático pero si no concibes una esperanza para esa realidad… es decir, cambiando tu vida, aunque sea en la manera de pensar la ecología, con ideas que lleven a la humanidad a un lugar mejor no al statu quo…
–Y cuando la preocupación es más humana, más cercana, una tristeza personal…
–En toda vida pasan cosas terribles, en todas las familias hay suicidios, asesinatos, incestos, robos, cárceles, violaciones, en todos los árboles genealógicos, hasta en el de Adán y Eva. Entonces no es ¡hay qué horror la familia! sino que uno tiene que empezar a leer con conciencia la propia vida para que las generaciones futuras no sufran las mismas cosas horrendas con las que tú has cargado o que te han transmitido. La belleza no está en las cosas, la belleza está en tu manera de verlas, creo que fue Cristo en un relato en el que se le acerca un perro rabioso y Cristo, o quien sea, dice: ‘qué bellos dientes que tienes’. Alejandro cuenta esta anécdota en La Montaña Sagrada, y es eso: se pueden ver los hermosos dientes a pesar de la rabia.
Fuente: http://www.revistareplicante.com/17/index.php?sk=art&nm=142
